03

Chain Smoking Poetry

Diana Hamilton

En Realidad y Juego del psicoanalista D.W. Winnicott, una paciente sufre de estados persistentes de inmovilidad e inacción —lo que Winnicott se refiere como disociación o "chuparse el dedo”— y desperdicia su vida quedándose tumbada completamente inmóvil, deprimida porque no puede leer ni pintar. Winnicott se dispuso a ayudarla a comprender la diferencia entre fantasear, la realidad, y soñar, especialmente para que entendiese que había más potencial para la creatividad en los sueños que en las fantasías despiertas que la dejaban en la cama, incluso si estas le permitían mantener una sensación de control:

Tan pronto como esta paciente comenzaba a poner en práctica algo, como pintar o leer, encontraba las limitaciones que la dejaban insatisfecha porque tenía que dejar ir la omnipotencia que retenía en el fantasear. (40)

Creo que esta es la razón por la que los poemas y el arte recurren con tanta frecuencia a los sueños —no porque tengan una relación particular con el inconsciente, ni por una nostalgia injustificada hacia el surrealismo, sino por el hecho de que soñar implica una actividad creativa que es difícil confundir con la represión (a diferencia de otras conductas —ir a trabajar, hacer ejercicio, ordenar— que, aunque pueden ser activas, están ligadas a un sentido de obligación represivo). En términos de “hacer algo”, soñar es del mismo orden que leer un libro, una pasividad activa que invita a la interpretación. Winnicott iría más allá, ya que argumenta que “soñar y vivir” son “dos fenómenos que en muchos aspectos son iguales” (42).

Cuando leí por primera vez el poema que da título al nuevo libro de Kay Gabriel, Kissing Other People or the House of Fame, sentí envidia del gran ajetreo de su doble onírico —ella tiene una mejor vida social en sus sueños que la mayoría de la gente despierta— al saltar de fiesta en fiesta a través de su ciclo REM. En mi propio trabajo he tratado de argumentar que soñar es una forma de escritura creativa, pero la voz de la hablante de Gabriel tiene más confianza: la poeta es una soñadora especializada, una receptora de visiones prefreudiana, y sus sueños hacen su propio trabajo interpretativo sin necesidad de la mediación de la reflexión al despertar:

Sueño con el verbo latino errare que significa estar equivocada la traducción en el sueño es "eres bonita" y un diseñador de moda nombra un vestido "Este es el poema de la superficie de los mamíferos" (39)

Es un error mencionar a Gabriel aquí, ya que su libro se mantiene a una distancia prudente del psicoanálisis y no puede ser acusado de manera legítima de proponer una comprensión psicológica de formas correctas de vivir. Lo menciono de todos modos porque estoy interesada en una postura que ella toma prestada de algunos antepasados. La segunda mitad de su título proviene de La Casa de la Fama de Chaucer, que comenzó un 10 de diciembre del siglo XIV, y anunciaba la singularidad de su logro:

Pues nunca, desde que yo nací,
los hombres que me precedieron soñaron, estoy convencido,
un sueño tan maravilloso como el yo soñé
el 10 de diciembre
y que os voy a contar ahora entero
tal y como lo recuerdo.

En Midwinter Day, escrito el 22/12/1978, Bernadette Mayer recrea esta estrofa:

Porque nunca, desde que nací,
Y para ningún hombre o mujer que haya conocido,
Te lo juro,
Ha habido sueños como los que tuve hoy,
El día 22 de diciembre,
Tal y como ahora puedo recordarlos,
Te los contaré, si puedo

Gabriel no imita este movimiento retórico en el nivel de la línea, lo que significa que no hay "nunca antes una mujer había tenido sueños como los que tuve yo entre abril de 2019 y abril de 2020", su más larga restricción temporal; lo más cercano que tenemos es "Nunca más / volveré a tener dolor de cabeza este febrero". De Mayer, toma más su inversión en la vida colectiva y la documentación social, y en la capacidad de una sola decisión poética para producir un libro, que la sugerencia de que la poeta es la receptor inusual de grandes ideas en sueños. Aún así, comparten la idea de que vale la pena transmitir un sueño en detalle. Me interesa lo que Chaucer y Mayer hacen posible en el trabajo de Gabriel: cómo una de las muchas condiciones que limitan nuestra escritura son los libros de otrxs que hemos leído.

Mientras lxs críticxs continúan pidiendo a lxs novelistas que escriban sobre la vida de alguien que no sea escritorx, a lxs poetas no les importa. A menos que elijas el camino extraño (y a menudo ofensivo) del poema personal, tu "hablante" —por mucho que estemos entrenadxs para reconocer esto como una subjetividad inventada, separada de la de lx autorx) sigue siendo, por necesidad, alguien en la posición de ser la primera persona del lenguaje poético. Esto le da permiso a lx poeta para escribir sobre la parte más interesante de su vida: los otros libros que está leyendo.

Vivir sólo de libro en libro, de sueño en sueño, sin mucha interrupción, es ser una persona bastante activa. Winnicott ofrece un caso de estudio para apoyar el propósito principal de su libro: es “una súplica a cada terapeuta para permitir la capacidad de jugar de sus pacientes, es decir, para ser creativxs en el trabajo analítico”, una concesión que requiere que lxs terapeutas estén mayoritariamente en silencio, sin demostrar demasiado conocimiento, y sin interferir. Esto le lleva a describir a una mujer que depende en gran medida de líneas memorizadas:

Hablamos ahora de poesía, de cómo ella hace un gran uso de la poesía que se sabe de memoria, y de cómo ha vivido de poema en poema (como de cigarro en cigarro al fumar en cadena), pero sin entender el significado del poema o sin sentir que ahora entiende o siente este poema. (83-4)

La paciente acaba de citar una frase de Gerard Manley Hopkins —“¿Puede algo, esperar, desear que llegue el día, no elegir no ser?”—como explicación de su búsqueda de alguna evidencia de la existencia de su yo; la conversación sobre esta frase, que se extendió durante dos horas, la lleva a darse cuenta de que ha creado un yo.

En “El poema que no escribió,” Jameson Fitzpatrick tal vez no crea un yo a través de las palabras de otrxs, pero sí invoca un poema hipotético que podría ser:

El poema que no escribió trataba sobre la brillantez de las mujeres,
sus amigxs, cuántas de sus relaciones más duraderas comenzaron
con lxs dos reconociendo la parte animal de lx otrx en sus poemas.
Trataba sobre la identificación.
Reproducía por completo "The Same Inside" de Anna Swir.
Cada vez que alguien preguntaba sobre sus poemas favoritos decía
aquél. También: "Just Once" de Anne Sexton. También muchos poemas de mujeres sobre hombres, pero (solo por una vez) dejémoslos fuera de esto
[ . . . ]
En El poema que escribió, se sintió libre de decir, “No soy unx”.
El poema que no escribió era un esfuerzo por corregir
la imagen que veía reflejada en el tocador.

En este poema real sobre el poema hipotético que Fitzpatrick “no escribió”, la imagen en el espejo puede ser corregida por una lista de libros, por “un relato de su educación literaria”, por las canciones que han sonado en su vida, y por los recuerdos de todos lxs amigxs con los que se ha confundido lágrimas y risas. Y aunque este poema “no está interesado en la psicología”, lx hablante de Fitzpatrick logra una dualidad: como la paciente de Winnicott, puede retener su omnipotencia al dejar el poema idealizado, sin escribir, solo descrito, pero al tiempo supera la mera fantasía al registrar su propuesta.

Anteriormente en su libro, Gabriel escribe con Cam Scott, “Un periodismo menos emocionante para lxs menos fabulosamente empleadxs”, sobre otra combinación de temas:

En cuanto al bathos, esxs pervertidxs estudiosos dieron en el clavo:
En el camino de la totalidad, el sol está manchado por una
huella del pulgar
Las cosas cambian de lugar al acercarse –
mira que fácil se transforma en su opuesto, un doctor
¿Es ese mi olor corporal o el kush de mi compañero de cuarto?

La forma del poema entrelaza dos monólogos, cambiando cada línea (quizás rechazando la advertencia de O'Hara de "propagandistas de la técnica"), de modo que me siento obligada a leerlo cuatro veces: la primera de principio a fin, la segunda saltando entre líneas alternas, la tercera leyendo las líneas que salté en la segunda, la cuarta de seguido otra vez. Recuerdo que el manifiesto original de O'Hara sobre el personismo surgió a partir de la queja de otra persona porque había escrito un poema "que no se puede entender en una sola lectura”.

En “El lenguaje que habla el cielo” de Ted Dodson, un largo poema de su reciente libro An Orange, el hablante se encuentra “a mitad de camino en una rutina de anhedonia episódica / donde el deseo se me escapa por completo” (83) (haciéndose eco tanto de la soñadora de Winnicott como de la apertura del Infierno de Dante, reemplazando “el viaje de nuestra vida” por un estado depresivo). Resucita de este infierno mediante la consulta de un documento privado:

Guardo mis poemas favoritos en mis borradores de email:
“When the Sun Went Down” de JA, esas primeras líneas
He interiorizado, el poema de Baraka a Jonas, un poema tardío
de Barbara Guest donde “…cielos / Se amontonan sobre si mismos…”
“Pro-Magenta” de Corina porque escucho su voz cuando leo
“…ser un amor / Que no sabe / Cómo saber /
El género humano se estrelló en / El mar ciego…”
“The Gifts of San Francisco” de Kevin que ahora tengo
siempre a mano desde que lo busqué [ . . .]

Esta lista continúa con otras 50 líneas —lxs amigxs aparecen por su nombre de pila, lxs famosos con más formalidad— que a menudo incluyen detalles de dónde leyó los poemas por primera vez, o dónde los escribió lx poeta por primera vez, y termina con “‘Ese recuerdo’ de Reverdy, el poema más hermoso / para mí en cualquier idioma, que guardo no solo para mí”. “Ese recuerdo” de Reverdy también constituye el epígrafe del poema y su línea de apertura. Pero mientras Dodson lo destaca a él, el poema que vive a través de otros poemas siempre deja guardado algo de la experiencia de leer para otra persona, o invita a quien lee a ponerse al día, de alguna manera, con la experiencia emocional de lx hablante.

Dodson está diciendo: aquí está la lista de poemas que tengo a mano para vivir, cuando la vida sin mediación parece imposible. Como con Mayer, como con Gabriel, como con Fitzpatrick, esto no es solo una invitación a leer, sino a tomar prestada la forma, a hacer una lista propia. Termina esta sección con una pregunta que yo también podría hacerme a mi misma: “¿por qué mencionarlos juntos?”. Al igual que Dodson, no estoy haciendo un argumento, sino que estoy repitiendo algunos versos de poemas gays que amo. Estoy viendo una forma que me gustó, y la estoy repitiendo.

El año pasado, empecé un proyecto fallido al que llamaba “Sistema de Reemplazo de Pensamiento Propuesto”. La idea era escribir una guía medio seria, medio irónica-desesperada para reemplazar los pensamientos intrusivos con versos de poesía memorizados. A lx lectorx que se encontraba sufriendo por la aplastante repetición de un "mátate" que pasaba por su mente o sus labios cada vez que cometía un pequeño error, por ejemplo, le recomendé recitar "Sentí un funeral, en mi cerebro" de Emily Dickinson como una oración secular. El objetivo de memorizar es tener el poema disponible dondequiera que estés, para tratar de que se quede pegado como la letra de cualquier canción de rock alternativo que te consoló en la pubertad. Una vez que estás cerca, lo escribes de memoria, consultando el original para marcar errores—

—hasta que te encuentras liberadx del verso, finalmente con la cabeza vacía.

La primera línea es una forma objetivamente hilarante de anunciar esta idea particular, pero su recitación también convierte un síntoma privado en una actividad social, pidiéndole a tu depresión que dialogue con los rítmicos dolientes de Dickinson. Monta en bicicleta, recítalo diez veces, y acelera tu pedaleo para la cuarta y mejor estrofa, la ruidosa, donde “ser” es “un oído”. Si, después de ese esfuerzo, ese “mátate” no desaparece, sino que se transforma en variantes como “simplemente date con un mazo / en la cabeza / y todo estará hecho”, significa que el ritmo de Dickinson ha comenzado a ganar a tu mente consciente; estás cerca. Pero aún no has desplazado el pensamiento, por lo que todavía hay trabajo por hacer. Sugería otros poemas para otros problemas: para lxs socialmente ansiosxs que inexplicablemente se sienten atraídxs por la sociabilidad, por ejemplo, estaría el verso de Bernadette Mayer "Quizás es por eso que amas tanto la presencia de otras personas", de “El camino para seguir adelante en la Antártida”, un poema sobre un ataque de pánico.

Este proyecto fracasó, creo que porque estaba demasiado centrado (aunque de manera poco sincera) en la cuestión de qué podría ser curativo para personas reales, no ficticias —para pacientes, en realidad. La poesía no es autoayuda, al menos no para lxs lectorxs o escritorxs. Creo que la pregunta más interesante es qué pueden ofrecer los poemas internalizados a lxs hablantes de otros poemas, poemas futuros.

Diana Hamilton es la autora de The Awful Truth y God Was Right.